Todos alguna vez hemos escuchado sobre los tratos desfavorables que recibe un individuo o grupo por causas injustificadas como el color de piel, el sexo, el nivel socioeconómico, las creencias religiosas, entre muchísimas otras. A esta actitud se le denomina discriminación arbitraria, pero no toda discriminación supone un perjuicio. Discriminar significa seleccionar excluyendo. Por ejemplo, si en una escuela necesitan contratar a un docente de español, quien no cumpla con los requisitos para el puesto, puede ser discriminado sin daño hacia su persona. En cambio, si el aspirante está cualificado mas no se le contrata por razón de su sexo, origen étnico, o cualquier otro motivo que no justifique su exclusión, la escuela estaría cometiendo una injusticia pues viola el derecho a la igualdad del postulante.

La discriminación arbitraria se manifiesta de muy diversas formas y ocurre cuando a alguien se le otorga una menor o ninguna consideración moral que a los demás. Decir que incluimos a alguien en nuestro círculo de consideración moral, simplemente significa que tomamos en cuenta sus intereses y el modo en que nuestras acciones afectarán a ese individuo. Veamos más a profundidad: los partidarios del racismo sostienen la superioridad del grupo étnico al que pertenecen por encima de los demás sólo por su raza, color de piel, origen o lengua; los adeptos del sexismo consideran inferior al sexo opuesto en razón de su biología; el clasismo consiste en categorizar a otros miembros de la misma sociedad como inferiores por no ser integrantes de la clase privilegiada. En cada uno de estos casos, se desarrollan expresiones y prácticas que reafirman la desigualdad entre personas, mismas que conducen a actitudes de desprecio, persecución y marginalización. Podemos deducir entonces que los racistas, sexistas y clasistas no consideran a los individuos discriminados, ya que toman criterios arbitrarios para negarles su debido respeto.

De manera similar, el especismo es una discriminación moral basada en la especie. Según explica el profesor Gary Francione, el especismo es aquello que sucede cuando otorgamos una consideración moral distinta a intereses similares por razones infundadas como la pertenencia a especies diferentes. Esta discriminación desemboca en nuestra creencia de que está bien explotar a los demás animales para alimentarnos, vestirnos, o para cualquier fin que nos proporcione beneficios. El especismo es tan común que la mayoría de las veces no lo cuestionamos excepto cuando es incompatible con nuestra propia cultura. Un clásico ejemplo es el disgusto que nos da saber que en algunos países asiáticos los perros forman parte del menú gastronómico, mientras que en Norteamérica son parte de nuestras familias; a su vez, hacemos malabares para intentar justificar lo mismo que hacen los asiáticos, pero que nosotros hacemos con las vacas, los pollos y los cerdos.

Hemos tenido el firme propósito de fijar una línea que nos separe de los demás animales, por ello preguntamos en qué se diferencia el humano del animal. Claramente no podemos preguntar en qué se diferencian las mexicanas de las mujeres porque las mexicanas son mujeres; ni en qué se diferencian los cuervos de las aves porque los cuervos son aves. Lo que sí tiene sentido preguntar es en qué se diferencian unas aves de otras o una mexicana de una francesa o unos animales de otros (ej. el cuervo y el chimpancé). Así pues, aunque ni el humano ni el cuervo ni el chimpancé se diferencian del animal, el humano se diferencia del cuervo, el cuervo se diferencia del chimpancé y el chimpancé se diferencia del humano (Mosterín, 2014). Todos los animales (humanos y no humanos) compartimos los mismos intereses fundamentales: interés en continuar existiendo, vivir libres, conservar nuestra integridad. Partiendo de esta base, analicemos los tipos de especismo.

Tipos de especismo

  • Antropocéntrico: El antropocentrismo es la doctrina que sitúa al ser humano como medida y centro de todo; defiende que sólo debemos favorecer nuestros intereses excluyendo los intereses de los otros animales. Este tipo de especismo es el más común. Consiste en negar que el ser humano es un animal o en afirmar que el ser humano es un animal especial. En ambos casos, se sostiene la doble tesis de que todos los humanos tenemos el mismo estatus moral y que todos los humanos somos superiores a los animales. Esta creencia implica que nosotros poseemos una característica que ningún otro animal tiene, misma que nos autoriza a usar a los animales como recursos. Los criterios que se consideran para intentar justificar dicha postura suelen estar asociados con la cognición (ej. tipos de inteligencia) o con prejuicios religiosos. Además, este tipo de especismo tiene varias maneras de estructurarse como veremos en el siguiente punto.
  • Gradualismo: Crea una jerarquización donde el humano está en la cima de una escalera y de manera gradual los sujetos discriminados van cayendo debajo de él.

1) Se cree que hay niveles de sintiencia (capacidad de sentir). Por ejemplo, de acuerdo a esta gradación los perros merecen mayor consideración moral que los insectos porque creemos que los perros sienten más, en consecuencia los intereses de los perros son más importantes, pero a su vez los intereses humanos son más importante que los intereses de los perros porque creemos que los humanos sentimos más.

2) Está determinado por la cultura y se piensa que ciertos animales existen para algunos usos, pero no para otros, en función del beneficio que recibimos con su explotación. En Norteamérica, los perros caen un escalón debajo de los humanos ya que les tenemos aprecio (aunque no tanto para ponerlos a la par) y existen para hacernos compañía, en tanto que las vacas caen un escalón debajo de los perros porque existen para comer. Los roedores son un tema curioso: podrían estar por encima o a la par de las vacas porque existen para someterlos a experimentos, pero aquellos que habitan zonas urbanas estarían un escalón debajo ya que no les encontramos utilidad y los vemos como plagas.

3) La tercera postura considera que algunos animales merecen estar dentro de la comunidad moral a la par con los humanos (mismo escalón), debido al parentesco o cercanía con nosotros en cuánto a inteligencia o genética. Los delfines, elefantes y simios entran en esta categoría, mientras que el resto de animales sirven como medios para lograr fines humanos así como para servir a estos animales incluidos en la comunidad.

  • No antropocéntrico: Dado que el especismo toma la especie como criterio arbitrario para la discriminación moral, recordemos que el ser humano pertenece a la especie Homo sapiens y, aunque inusual, también podríamos ser discriminados por esta razón. Un ejemplo sería el de alguien que considera moralmente más valiosos a los animales no humanos y menos valiosos a los humanos, lo que incurriría también en una actitud especista.

¿Podría ser alguien no especista? Mucha gente se autodenomina antiespecista. El prefijo anti- significa “en contra de”. Este concepto es engañoso y no necesariamente se adhiere a la filosofía de Derechos Animales, por consiguiente, puede rechazar el veganismo como imperativo moral. Una persona sería antiespecista si estuviera de acuerdo en explotar a animales humanos y no humanos por igual, ya que para llegar a esta postura no se requiere que la causa de discriminación sea la especie, sino pudiera ser cualquier otro criterio como, por ejemplo, las capacidades cognitivas; en este sentido, tanto animales como humanos con discapacidades intelectuales severas serían candidatos para ser explotados en función de su utilidad, acción que deshonra el valor propio de las víctimas. 

En cambio, el veganismo defiende la consecución práctica de los Derechos Animales, por ende, se opone de manera natural al especismo sin atisbo de duda que haga posible la explotación de no humanos (o humanos). Posicionarse en contra del especismo necesita obligadamente reconocer la concepción mínima de que no tenemos ningún derecho moral para explotar a seres sintientes y actuar de acuerdo a ese principio. No tiene sentido hablar de Derechos Animales sin veganismo, del mismo modo que no tendría sentido hablar de Derechos Humanos siendo racistas (Luis Torres).

Es responsabilidad de los veganos rechazar el especismo de manera consciente, tal como urge a los no veganos adoptar el veganismo, porque al igual que el racismo, el sexismo, el clasismo y otras tantas formas de discriminación humana, el especismo utiliza un criterio moralmente irrelevante para desvalorizar los intereses de los demás animales: la especie. Quienes se oponen a la explotación humana, pero no así a la explotación animal, deben explicar por qué la simple pertenencia a Homo sapiens tiene un notorio e indiscutible peso moral: deben defender el especismo.